Oct 20/02 - La Crisis Militar en Venezuela: Contexto e Interrogantes por DP & PD
Visto de esta forma, no es difícil concluir que lo inédito y altamente preocupante de la situación que hoy vive Venezuela es que esta institución necesaria e instrumental está dividida por unas grietas que se agrandan y que a diario separan aun más a lo que por simplificación podemos clasificar como dos bandos: un grupo considerado mayoritario de “institucionales, anti-chavistas y golpistas” y uno menor hasta ahora aparentemente incondicional al Presidente Chávez, que obviamente detenta el comando de las unidades tácticas, guarniciones importantes y las principales posiciones del Alto Mando. Esto nunca ha sido el caso en Latinoamérica, donde hemos tenido comportamientos de todo tipo por la parte militar, pero nunca un cisma de esta naturaleza y peligrosidad. Los conflictos militares de la región se han suscitado entre la institución armada y el “establishment” político, o contra un enemigo interno o externo que justifica la intervención institucional de la fuerza. El enemigo a neutralizar o liquidar jamás ha sido un segmento importante de la misma institución y en esa situación se encuentra hoy en día la Fuerza Armada Nacional venezolana. No se necesita ser un estudioso del tema militar para entender lo que deviene de esta delicada y poco usual situación. Dos bandos armados luchando por imponerse, utilizando todos los medios a su alcance para hacerlo y alentados por actores externos que en algunos casos entienden las implicaciones del triunfo de uno u otro bando, pero que en el fondo no están en capacidad psíquica de entender que esta confrontación no solo es contra natura sino que arruinará en su avance al país y a su futuro.
El mandato popular que logró Hugo Chávez en su elección (1998) nada tuvo que ver con un anunciado cambio en la naturaleza o rol de la Fuerza Armada. Este no fue un tema electoral, y no podía serlo, pues la FAN veía con preocupación y suspicacia el triunfo de quien con irresponsable arrojo e impericia contribuyó a crear en 1992 la mayor crisis que había vivido una institución que era, sin lugar a dudas, el eslabón clave de la envidiada estabilidad institucional que caracterizó las cuatro décadas de democracia “puntofijista” en Venezuela.
El triunfo del Teniente Coronel Chávez Frías (dado de baja como condición para el sobreseimiento de su causa por los fallidos golpes de 1992) desencadenó un proceso de negociación importante con el estamento militar que finalmente, aupado por el clima de positiva expectación reinante en la sociedad, optó por confiar en que un hombre formado en sus entrañas entendería, o se le podría hacer entender cabalmente, no solo las necesidades internas de la organización, sino que sabría darle uso a sus múltiples capacidades en pro del mejoramiento de la suerte de millones de venezolanos sumidos en lo que para entonces era su peor crisis socio-económica. Así, la FAN, con pocas o silenciadas excepciones, se lanzó con innegable entusiasmo a la tarea de contribuir en la solución de problemas hasta entonces responsabilidad única de las esferas políticas o de instancias civiles. La administración pública se comenzó a poblar de militares activos, muchos de los cuales, si bien traían poca experiencia relevante, avalaban sus nombramientos con credenciales académicas y hojas de servicio intachables. Sin embargo, con el tiempo, el desorden administrativo y la improvisación se convirtieron, para sorpresa de muchos, en el estilo y la forma de gobernar del Presidente Hugo Chávez.
Los escándalos de corrupción que involucraban a oficiales afectos al gobierno se comenzaron a multiplicar, así como el número de promesas incumplidas o arbitrariedades cometidas por un Presidente obsesionado por uniformarse, pero negligente en el respeto a reglamentos y procedimientos. Como es de esperarse, esto genera un creciente y visible descontento dentro del estamento militar, que no solo se siente mal utilizado, sino que observa con terror como el enorme e incuestionable prestigio acumulado a lo largo de décadas se esfuma tras sórdidos, públicos e impunes escándalos en su entorno.
A partir de Julio del 2001, incidente tras otro confirmó un acelerado trasvase de lealtades hacia lo que en un comienzo se optó por llamar la “institucionalidad”, pero que con el tiempo se ha convertido simplemente en un eufemismo para denominar al sector que rechaza someterse a los designios de un corrosivo Comandante en Jefe. La revolución chavista que pocos entienden, y que exiguos beneficios o satisfacciones trae a una institución que se jactaba hasta hace no mucho de su profesionalismo, apresto operativo y apego a unos valores compartidos con el resto de la sociedad y enmarcados en el texto constitucional, comenzó a producir los esperados anticuerpos.
El 11 de Abril de este año la mayor sorpresa del Presidente Chávez no fue la magnitud de la marcha opositora (calculada entre 500,000 y 800,000 personas), sino lo extenso del rechazo militar a sus órdenes y régimen. Fue esto, por encima aun de la lamentable mortandad de ese día, lo que lo convence de que debe renunciar. Avergonzado ya por el hecho de haber perdido el apoyo de sus “compañeros”, éstos, acto seguido, lo humillan al ordenarle quitarse el uniforme de campaña que incongruentemente vestía en el momento en que se presentó al Fuerte Tiuna a formalizar su renuncia y rogar por su exilio en Cuba. Su regreso al poder el día 14 tuvo más que ver con los inexplicables errores de quien fuera designado Presidente de la Transición que con la muy fanfarroneada reacción de sus poquísimos aliados militares (para quienes su salida en el fondo no era tan problemática como si lo fueron las “curiosas” designaciones de autoridades militares por parte del Sr. Carmona).
Desde el mismo 14 de abril comienza una acelerada cuenta regresiva hacia una confrontación final que aun no tiene fecha cierta, pero que se hace ineludible si uno examina, únicamente y con cuidado, las casi dos mil páginas de testimonios transcritos que resultaron de la interpelación de los más notorios oficiales generales “señalados” como responsables de los sucesos de Abril. Estas transcripciones son de obligatoria lectura para quienes quieran entender la naturaleza y los efectos del irresponsable manoseo del cual ha sido objeto la FAN por parte del Presidente Chávez. Basta decir que este voluminoso expediente, y las ya innumerables intervenciones públicas de los oficiales generales perseguidos, han sido asumidos cuartel adentro como una suerte de justificación doctrinaria al desacato y la rebelión.
Hoy, cuando el mando formal de la FAN está en manos de acólitos, y en contraste, el liderazgo natural o moral (los de mayor ascendencia, mejores calificaciones y más institucionales) del Ejército, Marina, Aviación y Guardia Nacional lo representan evidentemente oficiales Generales y Almirantes que aunque activos no ostentan ninguna responsabilidad de mando y peor aun están siendo groseramente perseguidos por el régimen pero defendidos por la sociedad civil en general y por amas de casa en particular, cabe hacerse una serie de preguntas:
¿Cuáles son las consecuencias del desmantelamiento de la FAN de un país desde el punto de vista de Seguridad y Defensa? ¿Cómo afecta esto su capacidad de integrarse a tareas mancomunadas con fuerzas militares vecinas y aliadas?
¿Es factible plantearse una solución al problema político sin abordar de una vez y de frente el problema militar? ¿Qué tan responsable es proponer soluciones electorales sin antes lograr la reunificación de la Fuerza Armada?
¿Cómo y quien aborda el tema de la disidencia militar? ¿Qué pasa si se ignora la disidencia militar en la búsqueda de formulas negociadas para salir de la actual crisis? ¿Qué ocurriría si la disidencia militar se integra a la Coordinadora Democrática? ¿Cuál seria la consecuencia de que participen en actividades de protesta de la mano de los partidos políticos, ONGs o la sociedad civil en general? ¿Cómo responder a acciones de desobediencia militar que se pudieran presentar para evidenciar la magnitud de la división que aquí se describe?
¿Cuál es el rango de opciones que existe para reunificar a la FAN? ¿Son compatibles todos estos con la permanecía de Hugo Chávez en la Presidencia? ¿Qué ocurre si el Presidente es quien se niega a que se incluya a los Generales y oficiales disidentes en el diálogo nacional?
Si el Presidente aceptara adelantar cualquiera de las opciones electorales, ¿Cuál debería ser el proceso paralelo para poner fin a la crisis militar? ¿Deberían ser el anuncio e implementación de este proceso condición previa para una convocatoria formal a un proceso electoral? ¿Quién velaría por la neutralidad de la FAN durante el periodo pre y post electoral?
Si la Fuerza Armada es garante de la Constitución y se acepta que la institución está gravemente dividida ¿Cuál de las partes es realmente el garante? ¿Cuál es la responsabilidad individual de cada oficial de acuerdo a su juramento ante amenazas a su institución y a la Constitución? ¿Cuáles de sus acciones están amparadas por el articulado de la Constitución de 1999?
¿El mandato temporal que se gana en elecciones arropa el desmantelamiento de instituciones del Estado que son esenciales para preservar la paz, defender la integridad territorial, para garantizar las libertades e inclusive, en el caso venezolano, para velar por la pulcritud de los procesos electorales?
Estas son solo algunas de las preguntas que deben responder quienes desde afuera intentan entender y, más aun, mediar en la solución de los problemas que agobian a nuestra sociedad y amenazan a nuestro continente. Son también las preguntas que los venezolanos tenemos que al menos hacernos antes de embarcarnos en peligrosas simplificaciones para salir de una enmarañada crisis con múltiples e inéditos componentes.
20 de Octubre 2002
10/20/2002 © dp&pd
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