Sep 13/04 - Sobre Cesar Gaviria a raiz de un Editorial del Tiempo
PMBComentario: en una forma muy bogotana de decir las cosas, el Tiempo se solidariza en este editorial con su compatriota César Gaviria. Aquí en Washington las opiniones sobre su gestión son algo menos generosas, y me atrevo a decir que no tardarán en arreciar las críticas sobre quien, más por terco que por tonto, contribuyó a la inoperancia de una organización que sirve a quienes emplea mas no a quienes representa.
Desde un principio, la colombianización de su entorno creó una barrera infranqueable, una especie de anillo de aislamiento, que protegía la gestión pública y los actos privados del hoy ex-Secretario General. Hubo, de hecho, dos organizaciones: por un lado el todo poderoso entorno; prolongación, al borde del Potomac, del famoso "kinder" de su bien evaluada Presidencia, y en segundo plano la OEA misma, siempre gris y burocrática. Esto se vio con mayor claridad en el caso de Venezuela que, según el editorial, fue "el problema más difícil de los que Gaviria tuvo que manejar". Quienes estuvieron en Venezuela por "años" fueron Gaviria, Jaramillo y Montes - es decir "caballero y escuderos". Y quienes llegaron al final, a consecuencia del veto chavista a los colombianos, fueron un par de brasileros prototípicos de lo que mantiene a la OEA respirando, pero sin vida.
El recién publicado Informe Gaviria sobre el papel de la OEA en Venezuela es reflejo fiel del improductivo quiebre entre intimidad encumbrada y hielo burocrático. Para publicarlo hubo que conciliar las vivencias caraqueñas de Gaviria y Jaramillo, con las del Embajador Pecly y el técnico brasilero Edgardo Reis. En los pasillos de la OEA se comenta que ha sido complejo unificar criterios pues los primeros habían preparado - e irresponsablemente (¿o bajo chantaje?) engavetado - un informe inclemente tras observar los procesos de validación y reparo de firmas y, los segundos, habían avalado a la carrera un resultado hoy en entredicho. Ambos bandos evidentemente tenían que salvar apariencias por lo cual al final todos cedieron paso la repetitiva y contraproduce
El porvenir de Venezuela seguirá siendo indefinidamente responsabilidad primordial de los venezolanos, pero sin lugar a dudas, algunas de las páginas más tristes de nuestra historia estarán impregnadas por el tufo de la acobardada improvisación con la cual César Gaviria signó su manejo de nuestros asuntos. Quien hoy admite, sin asumir ni pizca de responsabilidad, que "están surgiendo de nuevo divisiones y distancias que parecen insalvables, lo cual es grave porque ya no se tiene a la mano la solución electoral como medio para salvar esas diferencias", contribuyó como nadie para que éste fuese el caso.
Quienes me han leído reconocerán que he sido crítico constante de Cesar Gaviria y de la OEA. Me temí, y lo advertí, que llegaríamos a este punto. Al menos yo deposite pocas esperanzas en quien desde el principio de su intervención activa en Venezuela me sorprendió por su desconcertante falta de pericia, visión, valor e integridad. Hoy, por prudencia, y para no distraer mas la atención de nuestra verdadera lucha me guardo los hechos que justifican este duro juicio.
PMB
PD: como para hacer hincapié sobre su sesgo hacia lo suyo, el ultimo acto del Secretario General Gaviria luego de una década en la OEA fue pronunciar las palabras de apertura del coffee-shop "Juan Valdez" (iniciativa incipiente - y con fines de lucro - de la Federación de Cafeteros de Colombia) ubicado nada mas y nada menos que en la remozada esquina de la propia sede administrativa de la OEA. La ausencia de los mayoría de los embajadores de los otros países miembros - algunos productores de café también - decía mucho.
El Tiempo, Bogota
EDITORIAL
Gaviria: una gestión positiva
Después de estar 10 años al frente de la Organización de Estados Americanos (OEA), César Gaviria deja hoy el alto cargo y el próximo 23 será remplazado por el ex presidente costarricense Miguel Ángel Rodríguez. La mayoría de los análisis que se han publicado sobre la gestión del ex mandatario colombiano coinciden en señalar que sacó a la entidad del marasmo en que se encontraba. La OEA vivió un auténtico relanzamiento y redefinió algunas de las concepciones básicas con que se había creado en la compleja coyuntura de la guerra fría en 1948.
La principal de ellas, y también la más polémica, fue la revisión del principio de no intervención. La defensa de la soberanía a ultranza poco a poco dio paso al diseño de instrumentos de 'acción colectiva' que ahora permiten la intervención de la OEA en los asuntos internos de los Estados miembros para asegurar objetivos que se consideran de conveniencia general. Entre ellos figuran la Convención Interamericana contra el Terrorismo, firmada en el 2002; otra contra la corrupción, adoptada en 1996; el diseño de un mecanismo de evaluación de la cooperación contra el narcotráfico -que facilitó el desmonte de la antipática certificación unilateral que hacían los Estados Unidos-, y la Carta Democrática, simbólicamente culminada el 11 de septiembre del 2001.
La Carta establece que los países miembros que se salgan de los parámetros acordados no podrán tener relaciones normales con los demás, ni participar en los trabajos de la OEA. En forma paralela, el organigrama de la entidad fue rediseñado y se fortaleció la Unidad para la Democracia, encargada de las misiones de observación electoral, que se han realizado ya en 64 comicios del continente. Algo impensable en otros tiempos, por la reticencia de varios países a aceptar la intromisión internacional en un asunto tan sensible como la realización de elecciones.
El rediseño de la OEA, bajo el mandato de diez años de César Gaviria, es más exitoso en el papel que en la realidad. Si bien la presencia activa y directa del Secretario General impidió el quiebre democrático en Paraguay y Guatemala, y facilitó el tránsito a un presidente elegido por voto popular después del descalabro de Alberto Fujimori en Perú, algunos observadores consideran que a la Organización y a su jefe aún les faltan herramientas efectivas para actuar. El caso de Venezuela -el problema más difícil de los que Gaviria tuvo que manejar- mostró los límites de la OEA para actuar con credibilidad y contundencia, porque si bien logró sacar adelante, contra viento y marea, el referendo revocatorio contra el presidente Hugo Chávez, sus repercusiones fueron limitadas en términos de resolver el conflicto generado por la polarizada relación entre el Gobierno y la oposición.
El otro campo en el que el sucesor de Gaviria encontrará una misión inconclusa es el de las relaciones económicas. La OEA recibió en 1994 el mandato de hacer seguimiento a las cumbres presidenciales que inició el ex presidente Bill Clinton en diciembre de ese año. Un hecho que le dio a la organización una agenda de trabajo amplia y relevante y que tuvo desarrollos interesantes en temas como el de seguridad hemisférica. Pero que no cuajó, después de varias reuniones de los ministros de Comercio Exterior, con el objetivo de propiciar una negociación multilateral del Alca, hoy desplazada por la proliferación de TLC bilaterales.
A lo largo de sus dos períodos como Secretario General, Gaviria optó por una explicable discreción frente a procesos difíciles que vivió su país durante estos años, como el proceso 8.000 y la negociación con las Farc en el Caguán. Antes de irse, y sin consultar con el Consejo Permanente, acordó con el gobierno Uribe un plan de seguimiento de los diálogos que se llevan a cabo con las Auc en Santa Fe de Ralito. Decisión significativa, pues es la única presencia relevante de la comunidad internacional en esta controvertida negociación. Pero limitada, por la escasez de recursos humanos y financieros de la OEA para llevarla a cabo.
Despojado ya de su investidura diplomática, falta ver ahora cuál será el papel de César Gaviria en la política interna de su país en este momento crucial.
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