PMBComentario: en España cada día se van dando cuenta, aun los amigos del gobierno, lo insensata que resulta la posición de Zapatero y compañía con respecto al Teniente Coronel Hugo Chávez. Soy de los que opina que a esta imperdonable política no se llegó por llevarle la contraria al PP de Aznar, sino por un profundo complejo de inferioridad – quizás justificado – frente a los históricos del PSOE: Felipe, Solana, Guerra y demás, quienes aprendieron ya hace mucho donde queda el mundo y cual es el papel que España puede y debe aspirar en el.
Sea cual fuere la causa, Zapatero, Bono y Moratinos se metieron en un ruedo donde las cartas ya estaban echadas y poco espacio había para tonterías de espontáneos. La España moderna, democrática, bisagra entre Europa y las Américas, ha quedado desdibujada vendiendo armas y mendigando petróleo a un tiranillo peligroso, y se hace representar en Venezuela por un embajador permanentemente obnubilado por una revolución de pacotilla y a los pies de unos revolucionarios de quinta.
Para quienes no nos recuperamos aun de las imágenes del Ministro Bono en el cementerio de Arlington rindiendo honores a los soldados y a la bandera que hasta anteayer mofaba con el coraje de un maleducado quinceañero, no nos queda sino desear que la vergüenza se apodere del gobierno accidental de España para que ese gran país pueda retomar, cuanto antes, el rumbo que el pasado y el destino le depara. PMB
INVESTIGACIÓN Y ANÁLISIS
El proyecto Chávez
Hugo Chávez tiene un plan calculado y ambicioso para toda América Latina. De
momento, ha sabido redefinir la izquierda. La relación con
Zapatero es una pieza de su rompecabezas
ANTONIO CAÑO
EL PAÍS - España - 09-05-2005
En un momento de agitación en América Latina, el ex teniente coronel Hugo
Chávez es el dirigente con mayor influencia en el desarrollo de los
acontecimientos en todo el continente, el líder que más interés ha
despertado en esa región desde el triunfo de Fidel Castro y quien mejor
compite con el viejo revolucionario cubano en cuanto a carisma y magnetismo
popular. Chávez se ha convertido también en el principal azote de la
política de la Casa Blanca en América y en el más creíble desafío del
sistema de democracia liberal, crecientemente amenazado hoy después de más
de una década en ascenso.
No es, por tanto, de extrañar la enorme inquietud que Hugo Chávez,
presidente de Venezuela, despierta en Estados Unidos ni la atención con la
que se sigue en toda la región la política de aproximación a su Gobierno
conducida por el presidente José Luis Rodríguez Zapatero. El cenit de esa
inquietud y de esa atención fue el acuerdo de compra de material militar
español suscrito el 31 de marzo durante la visita oficial de Zapatero a
Caracas. Ese contrato, valorado en unos 1.300 millones de euros, representa
la mayor venta de armas hechas por un Gobierno de España en todo el periodo
democrático. Sumado a otros acuerdos de compra de armamento alcanzados por
Chávez en los últimos meses, esto ha dado pie a una polémica internacional
de la que hasta ahora sólo ha trascendido una pequeña parte.
El asunto ha sido debatido en el plano doméstico con gruesos argumentos por
parte del Partido Popular sobre las nuevas prioridades de la política
exterior española (el supuesto eje Zapatero-Chávez-Castro) y respuestas más
bien escapistas por parte del Gobierno rebajando el valor militar del
material vendido y matizando las críticas al presidente venezolano con
algunos méritos de su gestión.
Conclusiones de una política de riesgo EL PAÍS ha sondeado las consecuencias
de la política de Zapatero hacia Venezuela consultando a distintos
portavoces políticos de ese país y de su principal vecino y rival, Colombia,
así como a fuentes diplomáticas de otros países latinoamericanos, de España
y Estados Unidos, y pueden extraerse algunas conclusiones:
- La relación entre Zapatero y Chávez es seguida con atención y profunda
desconfianza por Estados Unidos, que desaconsejó reiteradamente al Gobierno
español la venta de armas y le advirtió en varias ocasiones sobre los
efectos negativos de su aproximación a Chávez.
- La compra de material militar por parte de Venezuela despierta en Colombia
muchas más reticencias de las que se han hecho públicas y puede provocar una
nueva carrera armamentista en la región.
- Otros Gobiernos latinoamericanos aprecian, no obstante, la implicación de
Zapatero como una oportunidad para moderar la política exterior de Chávez.
- El apoyo de un país de la influencia de España puede consolidar las
tendencias autoritarias de Chávez y debilita a los partidos de la oposición
venezolana, entre ellos, a los antiguos aliados de los socialistas
españoles.
Por instrucciones de la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, funcionarios
norteamericanos celebraron al menos ocho reuniones con distintos
representantes del Gobierno español en Washington y en Madrid, antes de que
Rodríguez Zapatero viajase a Caracas, para expresarle la oposición de EE UU
a la firma del contrato de venta de armas. En todas esas reuniones, los
portavoces estadounidenses dejaron claro a sus interlocutores que, según
ellos, España estaba enviando "una mala señal, una señal preocupante, una
señal que no promovía la política adecuada", según los términos empleados
por una fuente que conoce el contenido de esas reuniones.
Finalmente, esto le fue expresado personalmente al ministro de Asuntos
Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, por la propia Condoleezza Rice.
En esa reunión, el ministro español explicó que el papel de España en
Venezuela podría ser, para satisfacción de Washington, el de frenar los
sueños de Chávez de extender su revolución bolivariana a otros países de la
región. Rice se limitó a contestar que en el futuro habría oportunidades de
comprobar las verdaderas posibilidades de España de ejercer un papel de
contención de Chávez, y que EE UU observaría atentamente la actuación
española en ese terreno y juzgaría por sus resultados, sin manifestar
ninguna fe al respecto. La rapidez con la que el Gobierno español reaccionó
tras la revuelta que destituyó el 20 de abril al presidente de Ecuador,
Lucio Gutiérrez, y la disposición de EE UU a colaborar con España en la
búsqueda de una solución a la crisis tienen mucho que ver con el contenido
de esa reunión entre Moratinos y Rice.
El largo brazo de Chávez Washington ve, indirectamente, la mano de Chávez en
la desestabilización constante de la situación en Ecuador, en la medida en
que le atribuye al presidente venezolano una estrategia global para influir
en todos los países andinos, pero sobre todo acusa al ex militar golpista de
mover los hilos de los movimientos indígenas en Bolivia y, en particular,
del principal dirigente de la oposición en ese país, Evo Morales.
Funcionarios norteamericanos en Caracas aseguran que Morales estuvo en la
capital venezolana, formalmente participando en una reunión de
organizaciones indigenistas, el fin de semana anterior al comienzo en
febrero de las últimas protestas populares contra el presidente Carlos Mesa.
Esas fuentes afirman que, en esa visita, el político boliviano se reunió con
Chávez y acordó con él los planes que se concretarían unos días más tarde.
La diplomacia norteamericana cree, según los medios consultados, que Chávez
"intenta construir internamente un sistema político, desde luego estatista y
no democrático, pero suficientemente atractivo para que pueda ser exportado
a otros países vecinos". En el fondo, de acuerdo a este análisis, es la
repetición del sueño emprendido por Fidel Castro con el envío del Che
Guevara, precisamente a Bolivia también.
El paralelismo con Cuba no es sólo de carácter histórico. EE UU calcula que
actualmente desarrollan actividades en Venezuela unos 25.000 cubanos
enviados por el régimen de Castro; 20.000 de ellos son médicos que
participan en programas sociales del Gobierno venezolano; el resto,
maestros, entrenadores deportivos y asesores del Gobierno en distintos
grados. Según EE UU, los ministerios más significativos cuentan con asesores
cubanos. El Gobierno venezolano niega la presencia de cubanos trabajando
directamente en las oficinas del Gobierno y asegura que los
cubanos -oficialmente se habla de 15.000 o 20.000- desarrollan únicamente
una labor de tipo social de forma desinteresada. "Si EE UU nos envía 20.000
médicos dispuestos a vivir en los cerros (las zonas de concentración de la
población más humilde), entonces nosotros echamos a los cubanos", afirma el
vicepresidente de Venezuela, José Vicente Rangel, un antiguo periodista y
viejo militante de izquierdas a quien se reconoce casi unánimemente en
Caracas como la mente más lúcida del régimen.
Fidel Castro no ejerce sobre el Gobierno de Chávez una influencia similar a
la que en su día tuvo sobre el régimen sandinista en Nicaragua o sobre
movimientos de naturaleza pro castrista en los años setenta y ochenta. De
hecho, en esta oportunidad, Chávez es la parte fuerte de esta alianza
gracias, no sólo a la mayor vitalidad de su proyecto político, sino, sobre
todo, al poder que le confiere la entrega a bajo precio del petróleo
suficiente para mantener a flote la economía de la isla. Castro fue para
Chávez un ejemplo desde sus primeras lecturas políticas y sigue siendo hoy
una referencia, una fuente de enseñanza y un modelo en la construcción de un
sistema de Gobierno que no deja de ser, o de intentar ser, revolucionario.
Bolívar, fuente de inspiración Sin embargo, el motivo principal de
inspiración de esta revolución, como es sabido, es Bolívar. No es un
anacronismo ni un desvarío tropical. Chávez ha ahondado en la biografía del
Libertador para hacer vigente al Bolívar revolucionario, y es precisamente
esto lo que convierte al militar venezolano en un motivo nuevo de
preocupación o de ilusión para sus vecinos. Con la llegada de Chávez al
poder en Venezuela se produjo un cambio de régimen, no sólo de Gobierno.
Tomó el poder un miembro de un Ejército que se reconoce a sí mismo como el
Ejército heredero de Bolívar, llamado a completar la obra que no pudo acabar
el Libertador, que murió solo y traicionado por las oligarquías criollas. De
alguna manera, de la mano de Chávez, aquella traición ha sido reparada en
Venezuela, pero no en Colombia ni en los demás países liberados por Bolívar.
Hoy Chávez ha conseguido dar actualidad a esa causa y convertir, con mayor o
menor dosis de artificialidad, la histórica misión bolivariana en una lucha
actual contra los partidos políticos tradicionales y contra el papel de EE
UU en el continente. Como consecuencia, muchas de las organizaciones de
izquierda y de extrema izquierda de América Latina han sustituido sus viejos
pósteres de Lenin por otros de Bolívar, y grupos como las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC) se envuelven en la bandera del Libertador
para justificar asesinatos y secuestros. "La izquierda en América Latina hoy
no es el socialismo, es la integración latinoamericana con soberanía frente
a EE UU. Chávez es un fenómeno latinoamericano que une a una nueva izquierda
latinoamericana", afirma Gustavo Petro, dirigente del principal grupo de la
izquierda colombiana, Polo Democrático. Dicho en palabras pronunciadas por
el propio Chávez el pasado 3 de marzo en Montevideo: "Estoy convencido de
que el camino es el socialismo, no cualquier socialismo, se trata de lograr
algo que en gran medida es un desafío, estamos obligados a inventar el
socialismo".
Chávez ha resucitado al Ché y otros tópicos revolucionarios latinoamericanos
y ha dado oxígeno a causas populistas y anticapitalistas que parecían
muertas o en estado comatoso. Apoyado en una millonaria cuenta petrolera,
que se ha multiplicado por cinco desde su llegada al poder (las
exportaciones de petróleo dejaron en 2004 más de 32.500 millones de
dólares), el efecto Chávez se ha dejado sentir en todo el continente y ha
conseguido, con esa combinación de proyecto de integración política y
generosa chequera, aunar voluntades de gobernantes amigos y otros que
podrían no serlo tanto. Venezuela ha comprado 500 millones de dólares de
deuda argentina (cuando el secretario de Defensa norteamericano, Donald
Rumsfield, le pidió en marzo a Néstor Kirchner en Buenos Aires que rompiera
con Chávez, el presidente argentino le respondió que lo haría si EE UU
estaba dispuesto a condonar al menos parte de su deuda). El Ejército
venezolano ha firmado millonarios acuerdos de compra de 36 aviones
brasileños que han servido para vencer las iniciales reticencias del
moderado Lula a su histriónico vecino golpista. Chávez ha mantenido un canal
de entrega de petróleo a precio simbólico a los países caribeños, lo que le
da una influencia determinante en ese área. Y, rizando el rizo, apoyó la
candidatura del chileno José Miguel Insulza a la secretaría general de la
Organización de Estados Américanos (OEA), ganándose así al hombre que
representa el modelo de socialismo más favorable al mercado y al
liberalismo, es decir, al hombre que representa justo la cara contraria al
socialismo chavista, el presidente Ricardo Lagos.
"No se trata sólo de Evo Morales y Bolivia, donde es natural que busquen
apoyo para una causa de la que nadie se ha ocupado durante siglos, el
radicalismo de Chávez genera entusiasmo entre el FMLN (Frente Farabundo
Martí para la Liberación Nacional, antigua guerrilla de El Salvador, hoy
principal partido de la izquierda) o los sandinistas en Nicaragua", afirma
el periodista Teodoro Petkoff, antiguo militante de izquierdas, ex ministro
y uno de los comentaristas más respetados de Venezuela.
Un modelo con planes de futuro Con su diplomacia del petróleo y su influjo
carismático, Hugo Chávez ha conseguido, por primera vez en América desde
Salvador Allende, unir los extremos moderado y radical de la izquierda
continental, y representa hoy un modelo con serias opciones de futuro.
En ningún país de la región este hecho tiene mayor repercusión que en
Colombia, hermano de Venezuela en el sueño de Bolívar y rival histórico con
el que se han vivido varios momentos de grave tensión fronteriza. El último
de ellos, en diciembre pasado, con motivo de la detención en Venezuela y
posterior traslado a Colombia, por parte de agentes colombianos, de Ricardo
Granda, un destacado dirigente de las FARC del que el Gobierno colombiano
sospechaba que recibía protección de las autoridades venezolanas.
Desde hace años, la frontera entre los dos países en un espacio habitual de
presencia de los guerrilleros, que cruzan de un lado a otro con cierta
impunidad. El Gobierno colombiano se ha quejado muchas veces de que las FARC
utilizan el territorio de Venezuela como lugar de descanso y
avituallamiento, con el beneplácito de los responsables venezolanos. Tras la
llegada de Chávez al poder se temió en Colombia un incremento de esa
política de tolerancia. Nadie ha podido probar hasta ahora que haya sido
así. Los miembros de la Embajada estadounidense en Caracas citan
constantemente el peligro de la transferencia de armamento del Ejército
venezolano a las FARC, pero no aportan pruebas creíbles que justifiquen ese
temor. Tampoco los funcionarios del Gobierno colombiano con los que ha
hablado EL PAÍS son capaces de ir más allá de acusar a Venezuela de permitir
que su frontera con Colombia se convierta en una especie de retaguardia
tranquila para las FARC.
La repercusión de Chávez en Colombia en estos momentos tiene más que ver con
su capacidad para influir en los asuntos políticos internos colombianos. En
Bogotá no se tomó de forma anecdótica la aparición hace apenas un mes, en
pueblos de la frontera con Venezuela, de dirigentes políticos locales que
hacen público, por primera vez, su apoyo y lealtad ideológica al presidente
venezolano.
Un asunto interno de Colombia El senador liberal colombiano Rafael Pardo
asegura que "con Chávez, Venezuela se convirtió por primera vez en un tema
de la política interna colombiana". Varios políticos de Colombia acusan
abiertamente al Gobierno venezolano de financiar al Polo Democrático como
instrumento de penetración en Colombia. Pardo y otros analistas respetados
no comparten esa opinión, aunque sí advierten que Chávez goza de popularidad
en ciertos sectores de la población colombiana. El Polo niega cualquier
vinculación con Chávez diferente a sus meras simpatías políticas. La
historia ha querido, además, que el éxito de Chávez coincida con el mandato
en Colombia de otro populista de signo distinto como es Álvaro Uribe. Aunque
la exuberancia caribeña de uno contraste fuertemente con el rigor montañés
del colombiano, ambos dirigentes coinciden en su gusto por el mensaje
directo y la proximidad a los ciudadanos, y comparten algunos métodos muy
llamativos, como sus largas comparecencias de fin de semana en las pantallas
de televisión. Representan, no obstante, visiones políticas diferentes, las
más diferentes que han tenido que convivir a ambos lados de la frontera en
muchas décadas. En cierta medida, representan a dos regímenes incompatibles.
José Obdulio Gaviria, uno de los principales asesores del presidente Uribe,
afirma que "existe un bolivarismo del que Colombia forma parte también
(sobre la mesa del despacho de Uribe está colgado un retrato
del Libertador), pero en Venezuela ha surgido otra corriente que utiliza a
Bolívar para atacar a EE UU, y en eso no nos podemos sentir representados".
La alianza entre Colombia y EE UU, simbolizada de forma práctica en el Plan
Colombia (un programa de ayuda militar norteamericana para combatir el
narcotráfico), es hoy un factor determinante para medir los equilibrios en
la región. El Gobierno de Chávez acusa en privado a los actuales mandatarios
colombianos de actuar como cabeza de playa para la penetración
estadounidense en el continente, y los más exaltados portavoces del régimen
anticipan el peligro de una invasión militar norteamericana utilizando como
base el territorio de Colombia. Algunos observadores creen incluso que si
Chávez ha decidido rearmarse es para hacer frente a ese peligro.
La venta de armas a Venezuela por parte de España, por muy defensivas que
sean, ha sido vista en la zona en el contexto de esta tensa situación
regional.
El siguiente Editorial del mismo diario hace una un poco mas de una semana ya indicaba un retorno a posiciones que mantenían antes del 11-M del 2004.
EDITORIAL
Chávez se radicaliza
EL PAÍS - Opinión - 30-04-2005
Hugo Chávez enlaza declaraciones, gestos y hechos que convergen en un preocupante alejamiento de los patrones democráticos y perfilan a la vez el alejamiento de Caracas de sus aliados tradicionales en un rumbo de colisión con Washington. Esta misma semana, el presidente venezolano ha suspendido un acuerdo de cooperación militar entre su país y EE UU vigente durante los últimos 35 años, y ha viajado de nuevo a La Habana para lapidar el atascado proyecto estadounidense de libre comercio latinoamericano y estrechar relaciones económicas con la dictadura castrista, una cooperación que tanto Chávez como Castro consideran el modelo alternativo.
El entendimiento entre Caracas y La Habana excede con mucho lo comercial. La ruptura del acuerdo militar con Washington, alegando actividades propagandísticas de los oficiales estadounidenses destacados en Venezuela, es sólo una muestra de una política de la que también forman parte la reestructuración de las Fuerzas Armadas venezolanas según el modelo cubano de considerar a EE UU la amenaza primordial y la compra de armamento en que Chávez está embarcado: rifles de asalto, helicópteros, aviones, fragatas... Decisiones todas ellas adoptadas por el presidente de un país que suministra a EE UU casi el 15% del petróleo que éste consume.
Venezuela se ha convertido en el problema principal de Washington en Latinoamérica, donde los acontecimientos en general pintan lo suficientemente mal para EE UU como para que Bush haya enviado en giras regionales sucesivas a sus ministros de Defensa y de Exteriores. Condoleezza Rice ha hecho de la cuestión venezolana una de las prioridades de su reciente entrevista con el moderado presidente brasileño. Sobre Lula, amigo personal de Chávez, recaería la misión de intentar persuadir a éste de que no siga avanzando por un camino que puede comprometer la estabilidad del subcontinente.
Las afinidades de Chávez y su política exterior serían menos inquietantes si no estuvieran acompañadas de un recorte de las libertades en Venezuela. La revisión del Código Penal en materia de prensa y la entrada en vigor de la ley mordaza (técnicamente, de Responsabilidad Social de Radio y Televisión) han tenido por efecto instaurar una descarada censura, denunciada por organizaciones internacionales y profesionales de la información, que agrava la discrecionalidad gubernamental para acallar la disidencia. Hugo Chávez ha acumulado, a través de sucesivas elecciones o consultas populares, más poder del que hubiera podido soñar. Este dominio sin contrapesos es lo que impulsa la alarmante deriva autoritaria del caudillo populista.
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